IPFS Ricardo Valenzuela

Reflexiones Libertarias

Ricardo Valenzuela

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El VALOR SOCIAL DEL EGOISMO

El VALOR SOCIAL DEL EGOISMO

PRIMERA PARTE

Ricardo Valenzuela

“No por la benevolencia del panadero, del carnicero o el lechero, es que tengo la cena sobre mi mesa. Sino por su ambición al tratar de lograr una ganancia, y así, en la persecución de su beneficio personal, sin proponérselo promueven y logran el de la comunidad, siempre guiados por esa mano invisible.”

Adam Smith

La Riqueza de las Naciones

Afirmaba Von Mises que, motivación en toda acción del ser humano, es abandonar un estado insatisfactorio para buscar otro de mayor satisfacción. El individuo actúa, como escribió Jefferson, para ir en la búsqueda de su felicidad y su destino. Caso contrario, se sumiría en la inercia que es lo que sucede cuando las sociedades se someten aceptando sus desgracias y culpando a otros por ellas.

El egoísmo es inherente al ser humano y es además, el motor de su vida. Originalmente no se le etiquetaba, es decir, no se hablaba de un egoísmo "bueno" y otro "malo," porque son juicios de valor, categorías sobre las que puede haber o no acuerdo. El egoísmo, simplemente es. El egoísmo es natural en el ser humano e inclusive, cuando se maneja positivamente, hay quienes lo identifican con una sana autoestima…..concepto original y si buscamos en un diccionario, encontraremos su definición como: “La preocupación por nuestro bienestar personal.”

Al nacer somos por naturaleza egoístas y aunque lo seguiremos siendo—requisito para sobrevivir—, una de las funciones de la educación es la de hacernos comprender que además de nosotros, existen otros seres humanos y necesitamos tanto de ellos como ellos nos necesitan y así, nacía la división del trabajo. “Supuestamente” se nos enseña a negociar nuestro egoísmo. Pero la realidad es que nos convencen ser el peor de los pecados que nos convierte en brutos, para luego presentarnos como "virtud" lo opuesto al egoísmo: el altruismo, y así se inicia el tejido de una red de culpa.

A ese esquema mental llegamos después de muchos años de “educación.” Pero la verdadera intención de nuestros maestros, e inclusive, la de nuestros padres (ya programados) y nuestra iglesia, nunca fue la de encausarnos para conducir nuestro egoísmo por la buena senda. El objetivo era convertirlo en esa cruel conciencia que, las 24 horas nos grita; ¡gusano pecador! Luego, pasar a sofocarlo bajos las garras de lo que se llama altruismo o penitencia puesto que, la forma más eficiente de control del ser humano, es la culpa.

El plan educativo "social" tiene como objetivo el que estemos concientes que somos malos y egoístas. Este plan ha sido muy exitoso, pero ¿exitoso para quien? Nos lleva a reconocernos como egoístas y justificarlo, aunque sea con algo de culpa, pero nunca justificamos el de los demás y los condenamos por no ser altruistas. Esta es la victoria de la educación socialista en la que hemos sido formados la cual, trasmitimos a nuestros hijos.

El egoísmo, normalmente es visto como aquella actitud por la cual sólo me importa mí persona y no me interesa lo que pueda pasarle al resto del mundo. Tal vez por ello el filosofo Tertullian escribió: “Aquel que vive para si mismo, al momento de su muerte le hace un gran bien a la humanidad.” Pero, Ralph Waldo Emerson le reviraba: “Engancha tu carreta y apúntala hacia las estrellas.”

Nos hemos educado en una sociedad que lo condena. Hay infinidad de cosas se entienden por egoísmo, pero la más popular es su concepción peyorativa: Aquella que nos acusa de pensar, sentir y actuar solamente en beneficio de uno y para uno mismo. Efectivamente, el egoísmo mal conducido y sin reglas claras que lo dirijan puede ser fatal, pero ello es solo una faceta.

Cierto, la mayor parte del tiempo pensamos en nosotros mismos. Pero también pensamos en nuestros seres queridos, amigos etc. Y así, podemos llegar a incluir la sociedad entera. Inclusive, cuando ofrecemos la vida por un ser amado, también somos egoístas y el mejor ejemplo, son los suicidas musulmanes que actúan en busca del paraíso prometido. Realizamos un acto egoísta porque, como explican los autores de la Escuela Austriaca de Economía, es nuestro interés que la vida del prójimo continúe en lugar de la nuestra. Desde esta perspectiva, los actos que acostumbramos a denominar "altruistas," son, en realidad egoístas.

Cuando escuchamos alguna persona afirmar que su conducta es cincelada por “el temor a Dios,” nos encontramos ante la expresión más flagrante de ese tipo de egoísmo. Es decir, esas personas actúan bajo el egoísmo de evitar la condena. Tal vez por ello Calvin aseguraba la salvación se logra, no como un acto comercial, sino deshaciéndonos del temor a la condena para llegar a ser más auténticos.

En una sociedad abierta, el egoísmo desarrolla una función social que no cumple el socialismo. Adam Smith, exponía cómo a través de actos egoístas, el individuo prospera y promueva la prosperidad de otros. El vendedor, si quiere lucrar debe satisfacer al comprador. Para satisfacer su egoísmo, debe satisfacer el egoísmo de sus clientes. En el capitalismo, nadie puede prosperar si no se satisfacen mutuamente los egoísmos propios. Si el comerciante vende pescado podrido, se queda sin clientes y si persiste en su actitud, en poco tiempo irá a la quiebra. Es lo que Shumpeter llamaba la “creativa destrucción de los mercados.” Ayn Rand, diría que el vendedor actuó bajo un egoísmo irracional.

Pero Rand fue más lejos cuando escribió: “Hay dos tipos de hombre. El del ego, autosuficiente, seguro y de juicio independiente—y el parásito espiritual, el dependiente que rechaza la responsabilidad de juzgar o actuar. El uno, cuyas convicciones, valores, y propósito son producto de su propia mente—y ese parásito que es moldeado por otros. El hombre que vive por su propia causa, y el colectivista de espíritu que considera no merecer lo que otros y acude al estado por migajas. El creador cuya motivación es interior—y el otro, cuyos movimientos se provocan sin ese motor interno.”

Ese egoísmo racional construyó la sociedad occidental moderna ahora en peligro de extinción ante las ideas intervencionistas. En el capitalismo democrático hay un egoísmo social que, apoyado en la propiedad privada de los medios de producción, mejora la condición de todos, incluyendo los que menos tienen pues cuando sube la marea, todos los botes lo hacen con ella. En términos objetivistas, este es el egoísmo racional. El egoísmo natural del hombre pero guiado por la razón y sus valores éticos, morales, espirituales.

Cuando entrego limosna al pordiosero, estoy actuando egoístamente: la satisfacción de él llena mi ego y produce mi propia satisfacción. Y es más grande esa satisfacción, como el caso de gobiernos, cuando lo hago con dinero injustamente expropiado a otros. El sacerdote, Anthony de Mello, escribió extensamente al respecto exponiendo cómo la caridad, a nivel mundial se ha convertido en programas de relaciones públicas. También procedo egoístamente cuando ataco a alguien en defensa propia, por venganza, etc. Estos serían ejemplo de ambos, egoísmo racional e irracional.

REFLEXIONES LIBERTARIAS

EGOISMO Y AMOR

Ricardo Valenzuela

Emmett Fox afirmaba: “Si solamente pudieras amar lo suficiente, podrías ser la persona mas poderosa del universo.” Es decir, se refiere al amor como un instrumento de poder el cual, es uno de los objetivos mas comunes emergiendo de eso que llamamos egoísmo. Una de las grandes expertas en el amor, Marlene Dietrich, escribió: “Ama solo por el placer de amar, y no por lo que te pueda ofrecer el corazón de alguien mas.” Para la Diosa del amor, el simplemente experimentar ese hermoso sentimiento, era suficiente para satisfacer su “deseo egoísta de obtener placer.”

El placer para los seres humanos, no es un lujo, es una profunda necesidad psicológica. En su significado más salvaje, es una concomitancia metafísica de la vida, es la recompensa, la consecuencia y el resultado exitoso de alguna acción así como el dolor es el resultado e insignia de acciones produciendo ese fracaso, destrucción y muerte. A través de ese estado de gozo, el ser humano experimenta el valor de la vida, la sensación de que vale la pena vivirla y vale la pena continuar la luchar por mantener eso que nos lo produce. El amor, es, o debiera ser, la máxima expresión de ello.

Es un error identificar el amor como lo opuesto al egoísmo. Lo opuesto del amor es el odio. El amor es la respuesta emocional de un ser humano a las virtudes de otro, es el pago espiritual que se da a cambio por el “placer egoísta” que obtiene de las virtudes de otro. Pero nos han programado para pensar que, el valorar a alguien más, debe llevar implícito el sacrificio nuestro puesto que, el amor que podamos experimentar no debería ser fuente de nuestro gozo y placer, con lo que se nos exige un cheque en blanco a nombre de quienes amamos.

Se dice que "amar es dar sin recibir nada a cambio". Esto, es totalmente falso e incorrecto. Toda acción es egoísta y también, sin lugar a dudas, todo sentimiento. Cuándo amo, espero recibir algo a cambio ¿Qué? Se pregunta escandalizada la gente. Al igual que Marlene Dietrich, espero recibir la satisfacción de experimentar ese sentimiento maravilloso que es el hecho de poder dar y amar. Si amar me produjera indiferencia, si me diera lo mismo, o si me hiciera daño, no me molestaría en amar ya que con ello no experimento sensación alguna de bienestar, sino malestar.

Ni que decir si amar me produjera dolor. Pero aun así, si busco ese malestar, si soy masoquista, sigo siendo egoísta ya que el producto del masoquismo es precisamente la búsqueda de placer. Es lo que me hace sentir mejor en algo que se le ha llamado la adicción al dolor. El caso clásico y contrario de este peculiar fenómeno, nos lo presenta el personaje del popular programa de TV, Becker, cuando explota en histeria al “sentirse bien y feliz por estar enamorado.” Eso sería un caso claro de egoísmo irracional.

Lo propio cabe decir en relación al odio. Si odio, es porque prefiero ese odio al amor. Pero lo que importa destacar aquí es que "siempre prefiero". Es sobre ese "siempre prefiero" que aplico el término egoísmo, es mi libre albedrío para poder decidir. Y en este estado de preferencia se oculta la verdadera realidad puesto que, nada ni nadie tiene, o debería tener ese poder sobre nosotros, mas que el que le otorgamos a través de nuestros pensamientos. Si el amar me produce dolor, no es porque la otra persona me lo provoque, es el resultado de darle ese poder, porque en el fondo, lo acepto y hasta lo disfruto, o, simplemente abandono esa situación de insatisfacción y dolor. Odiar, amar, indiferencia, etc., son simples efectos de la causa principal que es el egoísmo.

Esto resulta difícil de entender a causa de la programación que hemos sufrido a lo largo de años de educación estatal, donde se nos ha acostumbrado a tratar la palabra "egoísmo" como el más despreciable de los males. Nunca se nos enseñó ni acostumbró a la idea de que, el egoísmo es inherente a la naturaleza humana y es sólo una palabra vacía si no le damos un contendido. Dicho contenido puede ser odio, amor, simpatía, indiferencia, etc. Pero con estas palabras, llenamos de contenido al egoísmo como actitud inherente al hombre. Es el egoísmo lo que hace al hombre alimentarse, vestirse, trabajar, dar dinero a obras de caridad, ir a misa, estudiar, amar, casarse y tener hijos, criarlos, alimentarlos y educarlos.

En una relación de amor, cuando uno de los dos participantes impone su egoísmo irracional sobre el otro, empieza su proceso de deterioro hasta llegar a la destrucción. Alguien afirmaba que, amar es el encontrar la felicidad en la de alguien más. Pero ante tal fenómeno, es cuando encontramos la emergencia de los mártires y Jefferson escribió, “tierra necesitada de mártires, es tierra maldita” puesto que, los mismos mandamientos cristianos nos lo aclaran al afirmar: “Ama a tu próximo como a ti mismo,” es decir, si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar a otros.

Uno de los grandes placeres del ser humano, es el orgullo ante sus logros y la construcción de su carácter. Y el placer que experimenta ante logros de alguien más, es admiración. De la manifestación, expresión y unión más grande de estas dos respuestas; orgullo y admiración, nace el amor romántico. Lo opuesto sería envidia.

Cuando se nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas, nos preguntamos ¿Cómo? La respuesta la encontramos en los escritos de uno de los seres que ha logrado arribar al nivel de espiritualidad de los yogas. Paramahansa Yogananda, el yoghi mas famoso de la historia, nos afirma que si llegamos amar a Dios de esa forma, seremos recompensados, “satisfaciendo nuestro egoísmo,” recibiendo su infinito amor que llenará nuestro corazón para alcanzar un estado de gloria y felicidad. Es decir, vamos en busca de nuestra felicidad.

Una de las acciones más egoístas del ser humano, es el suicidio, especialmente cuando es provocado por el amor. En los años 50 la bella actriz, Miroslava, se quitó la vida porque no soportaba haber perdido el amor de un gran torero español. Para ella era más doloroso vivir que morir, y en un acto de egoísmo, decidió por lo segundo. Ello, al igual que la adicción al sexo, son manifestaciones de egoísmo irracional provocado por una baja autoestima.

El amor, por otra parte, no es una cantidad estática que no se pueda dividir, sino una ilimitada respuesta que a base de acciones se debe merecer y ganar. Ese concepto, es el que produce uno de los sentimientos humanos mas destructores; los celos. Y no hablo de una esposa o esposo celosos porque alguno de ellos es infiel. Hablo de cuando el egoísmo irracional de alguien, trata de monopolizar el sentimiento de la otra persona. Ej. Una esposa que no acepta su marido continúe su relación de amor con sus padres y viceversa, con sus amigos. Uno que quiera acaparar el tiempo y la atención del otro.

El egoísmo es un hecho. Es natural y mora en todos. Toda diferencia reside en el uso que le demos. Como la energía atómica, no tiene en sí nada bueno o malo. Todo reside si la vamos a utilizar para construir aparatos que promueven una vida mejor, o para fabricar armas de exterminio. La misma energía puede ser para fines benéficos como diabólicos. Y ello reside simplemente en los valores de quien la utilice. Y dichos valores vienen dados por la educación y así, regresamos al mismo punto para luego desembocar en el verdadero problema de fondo: el educativo.

REFLEXIONES LIBERTARIAS

EDUCACION Y EGOISMO

Ricardo Valenzuela

El egoísmo no es bueno ni malo, simplemente "es". Con algo de introspección nos daremos cuenta de que es el amor por uno mismo, por la naturaleza de quienes somos, o creemos ser. Por ello, nuestra obligación debe ser el educar a nuestros hijos en su buen empleo para que sea un egoísmo racional. Debemos trasmitirles la idea para ser activado positivamente y hacer el bien. Para que sea empleado en amar al prójimo, ayudarlo, y para amarnos a nosotros mismos. Y eso se logra siendo uno cada vez mejor ser humano y ello, es responsabilidad de quienes imparten la educación.

Cuando nacemos, llegamos a este mundo como un pañuelo blanco, como una computadora sin programa, sin temores, complejos, inseguridades, ideas, opiniones y, en los siguientes cinco años de nuestra vida, se nos forma la personalidad con la que cargaremos el resto de la jornada. Es cuando se inicia la tarea más importante de los padres para formar y estructurar, en ese recién llegado, una sana personalidad, un ego racional que emerja como una gran seguridad en uno mismo. El infante, al arribar tiene pocas necesidades que no sean fisiológicas, pero aun cuando no lo pueda comunicar, tiene una enorme necesidad emocional de sentirse bienvenido.

Para que el recién llegado se pueda sentir bienvenido, en primer lugar requiere de mucho contacto físico y a medida que pasa el tiempo, más necesario se hace el que lo reciba. Después, requiere de mucha retroalimentación positiva que se debe entregar a base de “piropos” de parte de las figuras importantes en su vida, sus padres. Sin embargo ¿Qué es lo que hacemos los padres? Constantemente estar enviando mensajes negativos como: “sucio, mal criado, flojo, mal niño o niña, te has portado tan mal que Santo Claus no te traerá nada.” Se estima que cuando el infante llega a primer año de primaria, sus padres le han dicho más de 40,000 veces NO.

Antes de llegar a los cinco años de edad y cuando su cerebro inicia el cableado final, se empieza a preguntar y afirmar: “A mi nadie me besa ni abraza, pero además, todo el tiempo me están regañando,” y así concluye; “algo malo debo de haber hecho.” En ese momento le nace uno de los más destructivos sentimientos que el ser humano pueda cargar, un complejo de culpa que lo primero que ataca, es el egoísmo racional, o, su autoestima. De ello derivan todo tipo de sentimientos negativos como; complejo de inferioridad, inseguridades, temores, el sentimiento de no merecer nada, en pocas palabras, el sentirse inútil y sin valor. Ese es luego el paquete que entregamos a los sistemas educativos.

Algunos autores liberales han bautizado a nuestros sistemas educativos como, el asesino silencioso. A la caída del imperio romano y el inicio del cristianismo, la iglesia fue un factor neurálgico en el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, a partir del siglo XI, envejeció de forma agresiva para iniciar un largo declive. Hacia finales del siglo XV, la iglesia, de la mano de las monarquías y el feudalismo, reforzaba el monopolio de la educación productora de seres listos para abrazar las cadenas. Pero ante su declive, que provocara la reforma de Martín Lutero, ese monopolio pasó al estado para, igual, seguir produciendo esclavos mentales a quienes se les ordenaba el aceptar todo a base de dogma y fe.

Pero el mundo a partir del siglo XVI iniciaba el abandono de esa era de mitología para abrazar la ciencia. Con el invento de la imprenta surgían los librepensadores que retaban lo establecido. Pero los arquitectos sociales del estado, a través de los sistemas educativos, moldeaban la sociedad a su antojo y así, ya programados, darles el derecho al sufragio seguros que esos autómatas votarían por un gobierno poderoso y centralizado. En países en los cuales, esa ola de libertad que producía el renacimiento no era bienvenida, respondían con armas como la santa inquisición cuyo objetivo fundamental, era evitar la penetración de las ideas de libertad y autonomía.

En el caso de España y sus colonias, a diferencia de los países sajones, esa sociedad estado—iglesia para controlar la educación, permanecería intacta hasta mediados del siglo XIX. Ellos entendían muy bien las palabras de Leibnitz: “Denme el control de la educación, y me convertiré en el hombre que cambió el mundo.” Pero en México, con la revolución la educación cayó en las pesadas cadenas del gobierno. Y educación basada en el poder de un gobierno, es educación para implantar una sola idea, un solo sistema, excluyendo los demás. Durante siglos la educación en nuestro país, ya sea en sociedad virrey—iglesia o simplemente el estado, ha tenido un objetivo claro, matar el egoísmo racional con el espejismo de una caridad manipulada.

Ralph Waldo Emerson, afirmaba que el ser humano es un Dios en ruinas. Nuestra educación pretende mantenerlo así, en ruinas. Ello es lo que promueve, en algunas sociedades, el juzgar a un verdadero empresario arriesgando y produciendo bienes y servicios, de la misma forma que juzgamos a un traficante de drogas para calificarlos igualmente inmorales puesto que, ambos buscan acumular fortuna para su propio beneficio. Nos hace también el aceptar las atrocidades de un dictador demagogo porque suponemos sus acciones, bajo este prisma, son en beneficio de la comunidad.

El mensaje de una buena educación debería ser: El egoísmo racional es bueno y debe ser empleado para hacer realidad aquel célebre mandamiento cristiano de; "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Nos ordena amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos, ni más ni menos. De modo tal que, ello presupone que todo individuo se ama primero a sí mismo puesto que, alguien que no lo haga, es imposible que pueda amar a los demás.

El mandamiento reconoce el egoísmo como algo inherente, esencial, natural en el ser humano. No lo niega ni lo rechaza. No emite juicio de valor. Lo reconoce como una realidad, como un dato. No se puede trabajar sobre el dato (ni suprimirlo), pero si se puede trabajar sobre su contenido. De manera tal que la tarea educativa será trabajar sobre el contendido de ese dato y dotar al egoísmo de contenido racional.

Por otra parte, el altruismo es contrario a la esencia del hombre. Niega su naturaleza racional y lo equipara a las bestias. Lo degrada, lo inmoviliza, lo castra moralmente y lo hace totalmente dependiente. Por eso todas las izquierdas son altruistas, porque desconocen esa naturaleza racional del hombre y lo asimilan a un idiota, o ven a los seres humanos como animales que pueden ser cabresteados por cualquiera dictador de cuarta. Pero, a nivel mundial, ha sido una herramienta de control político y social sumamente efectiva.

De lo dicho surge que, resulta vano rasgarse las vestiduras ante la mención de la palabra egoísmo como el peor de todos los males. Que los filósofos revisen sus propios juicios de valor, pero que no pretendan imponer los suyos como dogmas absolutos. Y cuando arribemos a lo que definía Bastiat: “En todas las acciones importantes de la vida, debemos respetar la libertad del hombre para decidir, permitir el uso de su propio juicio que deba ser iluminado por es luz interior que Dios le ha dado, y después, dejar que la ley de la responsabilidad tome su curso,” entonces, habremos encontrado el camino.

REFLEXIONES LIBERTARIAS

EGOISMO Y ESTADO DE DERECHO

Ricardo Valenzuela

El filosofo Arthur Schopenhauer, describía a los seres humanos como animales carnívoros a quienes, a través de la sociedad, se ha tratado de domesticar para hacerlos herbívoros. Es decir, para él, los seres humanos son por naturaleza irracionales y por ello fácilmente asumen conductas definidas como eso, egoísmo irracional, las cuales hay que controlar.

En una sociedad libre la función del gobierno es la protección de sus miembros. El ser humano tiene derecho a vivir de la forma que lo decida siempre y cuando al hacerlo, respete los mismos derechos de los demás. Tiene también derecho a la vida, a la libertad y a su propiedad, mismos que posee de forma natural y son anteriores a la existencia de gobiernos. Así, todas las interacciones humanas deben ser voluntarias y las únicas que deberían ser prohibidas por ley, son aquellas que involucren la iniciación de fuerza: Asesinatos, violaciones, robo, secuestros, fraudes.

Es decir, la responsabilidad de un buen gobierno debe ser controlar las conductas de quienes asumen ese egoísmo irracional afectando a otros. Para ello, requerimos de un estado de derecho definido como: “una sociedad gobernada por leyes generales y aplicables, no por las decisiones arbitrarias de políticos. Un gobierno de leyes, no de hombres.” Hemos visto cómo los sistemas de educación pública moldean conductas y deforman el concepto de un egoísmo positivo y racional, abonando el campo de lo irracional.

Los gobiernos para cumplir con su responsabilidad, tienen el derecho legal y monopólico del uso de la fuerza. Pero el uso de esa fuerza, no debe dejarse a una decisión arbitraria. Para que un gobierno pueda aplicar la ley de forma justa, deben de existir reglas objetivas de evidencia de la comisión de un crimen de parte del acusado, requiere se pruebe quien lo cometió, e igualmente, reglas objetivas para definir el castigo y los procedimientos para su aplicación.

Pero cuando la ley se pervierte al igual que sus poderes policíacos, se convierte en lo contrario que debe combatir. Se convierte en el arma de toda clase de egoísmos irracionales y, en lugar de luchar en contra del crimen, se torna en su instrumento y usando sus poderes de aplicación de fuerza, se convierte en el principal agresor de los derechos de los individuos que debe proteger. Es cuando nacen frases como: “el que no tranza, no avanza.”

Hace años fui testigo de algo que me dejó una gran lección. Un individuo X, tratando de burlarse de ese gran hombre, el Padre Pedro Villegas, le pregunta: “Padre ¿Qué necesito para entrar a su famoso internado? Pues me dicen que parece hotel cinco estrellas.” El Padre, con gran tranquilidad responde: “Primero, debes ser un vago incorregible, un criminal sin concepto de moralidad, alguien sin la estructura de valores para convertirse en un miembro útil a la sociedad, y finalmente, no tener madre.”

El auditorio entero, lejos de reír con la gran puntada del Padre, quedó envuelto en un sepulcral silencio cuando este hombre, de forma tan sabia, definía lo que nuestro corrupto sistema de justicia ha promovido durante tanto tiempo. El egoísmo natural que, sin moldeos ni controles tiene los sesgos de lo irracional, ante un sistema de justicia corrupto, florece en la producción de ese individuo tratando de cortar veredas y que afirma con orgullo: “el que no tranza no avanza, o, vivir fuera del sistema, no es vida.”

En México, los sistemas de educación pública, fabricantes de culpables e in merecedores, conjugados con un sistema judicial que tradicionalmente ha premiado las conductas de egoísmo irracional, ha producido infinidad de problemas sociales entre los cuales, emerge lo que siempre nos ha distinguido; una feroz corrupción fuera de control. Un mercantilismo rapaz soportado por sistemas judiciales, que ha echado por tierra la teoría de Shumpeter: “La creativa destrucción de los mercados,” fabricando una creativa farsa colectiva de los fariseos.

La corrupción, es adquirir riqueza a través de medios ilícitos o inmorales—ganancias privadas a expensas de lo público. Existe un cuadro de niveles de corrupción mundial en el cual, las naciones desarrolladas se muestran como las menos afectadas, lo cual nos debe dar una pista: A menor corrupción, mayor creación de riqueza. Pero en este cuadro de 85 países, México orgullosamente se coloca en el #60. El economista Paulo Mauro, en un interesante estudio demuestra el que, una reducción de la corrupción de un 2%, se traduce en un incremento de un 5% en el ingreso per capita de la población de cualquier país.

Pero en el México revolucionario, se aceleró un proceso en el cual se establecieron los lazos entre el poder político, empresarial, y un amafiado sector popular en manos de sus líderes corruptos. Para poder participar en ese rompecabezas de complicidades, había que seguir reglas muy claras custodiadas por un sistema judicial de venta al mejor postor. La regla principal de ese mecano, era asumir conductas de egoísmo irracional que parían otras afirmaciones como: “un político pobre, es un pobre político, o, que te mantenga el gobierno.”

Pero hoy nos ocuparemos de un sector especial por, supuestamente, ser la base de cualquier economía, el empresarial. Nacía así un sistema de prebendas para hombres que desnaturalizaron su función, para luego especializarse en el ejercicio de “antesalas” a efectos de ser bendecidos por ese mercantilismo. Una de las tragedias de México es la escasez de capital, pero es más grave que ese pírrico capital, no está en manos de hombres o mujeres comprometidos con riesgo, innovación, competencia, sino en las de apostadores en carreras arregladas por el estado, que los cincela a imagen de señores feudales.

Ello ha creado empresarios cuya descripción de conceptos sería: Competencia; entre menos burros más olotes. Reformas; una calle en Hermosillo. Utilidades; las que le exprima al próximo. Pérdidas; Fobaproa. Riesgo; volar en Aero California. Moral; el árbol que produce moras. Pecado; no ir a misa los domingos. Pagar; acto de gran sabiduría del Procampo. Justo; lo que pueda jalar con mi rastrillo. Deudas; las que los bancos no van a cobrar. Justicia; el que tiene mas saliva se traga todo el pinole. Honor; algo que sale en las películas. Palabra; creo fue una película de Pedro Infante. Conciencia; algo que se revuelve con la ciencia.

Mientras en México no establezcamos un verdadero estado de derecho en el cual la ley sea justicia, los sistemas judiciales seguirán promoviendo conductas de egoísmo irracional lo que nos está llevando a cierta forma de anarquía manifestada en estado de inseguridad en que la sociedad debe subsistir, y un estancamiento permanente de nuestro desarrollo.

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