IPFS Ricardo Valenzuela

Reflexiones Libertarias

Ricardo Valenzuela

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LA RANA Y EL ALACRÁN

REFLEXIONES LIBERTARIAS

LA RANA Y EL ALACRÁN

Ricardo Valenzuela

Una de las fábulas tradicionales que me parece plagada de sabiduría, pero también de tristeza ante la naturaleza de ciertos seres, es la vieja historia de la rana y el alacrán. Una rana se disponía para lanzarse a la corriente de un caudaloso río, así cruzarlo y alcanzar la otra orilla cuando escucha una voz que, casi suplicando, le pide “¿No me pudieras llevar sobre tu espalda? Yo también necesito cruzar y alcanzar la otra orilla, pero no se nadar.” La rana dirige su mirada hacia el lugar donde emergía la voz y, ante su vista, aparece un impresiónate alacrán haciendo la solicitud.

La rana, piensa un par de segundos y responde con otra pregunta ¿Qué crees estoy loca? Si te llevo sobre mi espalda, corro el peligro de que me claves esa venenosa ponzoña que tanto has utilizado para hacer el mal, y me ahogo. El alacrán, haciendo gala de sus grandes habilidades para la actuación, responde con gran sabiduría y convencimiento: “¿Como piensas sería capaz de semejante disparate? Si lo hiciera, moriríamos los dos pues repito, yo no se nadar y me urge llegar a la otra orilla.”

La rana, duda unos instantes pero el argumento le parece tan lógico y el solicitante tan convincente, que finalmente acepta ayudar al frustrado alacrán y le dice: “Está bien, cruzaremos juntos pero recuerda, si me atacas nos ahogamos los dos, así es que monta sobre mi espalda.” El feliz alacrán de inmediato lo hace y la rana, soportando ese gran peso, inicia la travesía.

La primera parte de tan peculiar navegación, se da sin mayores incidentes. Sin embargo, a la mitad de la ruta y en la parte más hondo del río, la rana siente un punzante dolor en la espalda luego que su pasajero le clavara arteramente el aguijón. De inmediato, la empieza atacar una parálisis producto del veneno y balbuceando exclama. “Pero si tú me prometiste no lo harías.” El alacrán no responde. Cuando la rana siente hundirse y sin entender lo que acontecía pregunta “¿Por qué lo has hecho? sabias bien que ambos pereceríamos.” El alacrán simplemente responde: “Porque esa es mi naturaleza.” Segundos después ambos, la rana y el alacrán, se sumían en las aguas del río para nunca alcanzar la orilla.

Desde la noche del pasado 2 de Julio, esta fábula se ha incrustado en mi cerebro y no me abandona puesto que, para mi, claramente la figura de AMLO toma la forma de ese alacrán quien, antes de llegar a su soñado destino, prefiere sacrificarlo todo sin importar las consecuencias. Los distintos flotadores que utilizó para tratar el cruce del río; el IFE, sus representantes de casillas, observadores nacionales e internacionales, los millones de ciudadanos que trabajaron el día de la elección, ya no importan y se prepara para clavar su venenoso aguijón sin importar el país. ¿Por qué? Porque esa es su naturaleza. Lo que Ayn Rand llamaría egoísmo irracional.

Al igual que la primera reacción de la rana, hubo muchas advertencias en contra de la venenosa ponzoña de AMLO y, en especial, de su naturaleza. Enrique Krauze, en un escrito publicado hace meses, de manera profética describía la forma en que este venenoso aguijón sería utilizado. Muchos lo creímos, pero otros no. Ahora arribamos a una situación como la descrita por un gran pensador con la frase: “Mas horrible que una noche de tiniebla plena, más trágico que el canto de un búho en medio de esa oscuridad, es aquella frase que parece cortar nuestra carne cual filoso cuchillo; te lo dije.” Pero aun más trágico es la posibilidad que Wihttier describía con otra: “De todas las tristes palabras producidas por la lengua o por la pluma, la mas dramática y dolorosa es aquella de: Pudo haber sido.”

La trayectoria de AMLO, era una referencia clara que llamaba a profundizar el tema de su naturaleza y, sobre todo, lo afilado y venenoso de su aguijón. Pero con esa diabólica habilidad que lo distingue, siempre fue capaz de usar todo tipo de transporte para arribar a sus diferentes destinos sin que alguien se atreviera a negárselo, mucho menos, podarle su aguijón. Pero este caso es diferente cuando, el alacrán, semi controlando su ya conocida naturaleza destructora, simplemente le dice a la rana: “No importa que navegue sobre tu espalda, yo debo tocar primero la orilla y si no me lo permiten, clavo profundo el aguijón para que nos hundamos todos. Esa es mi naturaleza.”

Esa desquiciada actitud tan peligrosa de AMLO y sus frustrados secuaces, es producto de una ceguera que emana del egoísmo irracional. Ahora, si además lo mezclamos con nuestro complejo de niños héroes quienes, supuestamente, ante la derrota prefirieron la muerte. Mi pregunta sería ¿Consiguieron algo con su auto inmolación? Digo, además de darle a los demagogos puntos de referencia que nunca nos han llevado a destino alguno. ¿Por qué no aceptaron con valor y dignidad esa derrota para más adelante continuar la lucha? AMLO lo sabe perfectamente, perdió y no hay posibilidades de alterar la verdad. Entonces, ¿nos hundiremos cortesía de este asusta pendejos?

En la construcción de un destino, de un sueño, al igual que en el amor, el hombre valiente, fuerte y justo, no puede ni debe ser indulgente con sus enemigos. Sobre todo, cuando sus enemigos portan venenosas ponzoñas que utilizan sumadas a la soberbia y la mentira. Pero cuando se presenta una batalla, son dos las partes involucradas. Y si una de ellas se rehúsa a librar la batalla en el campo elegido por el enemigo, le destruye gran parte de su estrategia y, sobre todo, le nulifica el veneno de su ponzoña.

Tú eres el victorioso Felipe. No sucumbas a los retos y amenazas de la ponzoña. Escucha la voz del silencio morando en tu interior que te dará la guía. Busca al sabio guerrero dentro de ti. Obedece sus órdenes y sus palabras te darán las respuestas puesto que él es infinitamente sabio y poderoso. Búscalo aun en el fragor de la batalla y cuando lo encuentres, asumirá la lucha con armas tan poderosas como la verdad, la justicia y la razón. Si lo haces, dominaras el campo de batalla y, ante ello, no habrá golpe que no alcance su destino.

Lucha por tu victoria Felipe y, por favor, olvida los viejos programas que han moldeado la mente de los mexicanos y, en especial, aquel con el que casi nos castraban: “Lo importante no es ganar sino competir.” Tu has ganado y debes reclamar tu victoria, pero como el hombre de bien que eres, no como las hordas de tu rival. Y aquí ya no vale un segundo lugar, pues luchamos por el lugar que debemos darle a las futuras generaciones de mexicanos, y ese, debe ser el primero.

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