Ricardo Valenzuela
A riesgo de asumir notas del viejo cliché manoseado,
repetido y eternamente utilizado para provocar las apocalípticas expectativas
racionales, lo hago porque con profunda convicción creo en lo afirmado en el
resto de mi escrito. Pienso que, desde los albores de la segunda guerra mundial,
el mundo no presentaba un rostro que delata la extrema violencia que lo invade
para convertirlo en un enorme polvorín acosado por bandas de
piromaniacos.
Pero la segunda guerra fue un conflicto entre naciones,
ejércitos, regiones definidas para detener ambiciones territoriales de
fascistas. El conflicto hoy día es contra un enemigo sin país, sin ejército
regular, catapultado por un enfermizo odio producto de su fanatismo religioso.
Si a este potaje le agregamos el resto de los ingredientes: petróleo a niveles
record, el narcotráfico con o ganancias de $500,000 millones de dólares, armas
nucleares y, finalmente, el mas perfecto de los idiotas latinoamericanos,
Chávez, portador de una chequera infinita, su odio indescriptible y un
coeficiente intelectual inferior a la inflación japonesa, tenemos el cuadro
completo.
A medida que el concepto moderno de estado se
descompone, los grupos bárbaros están adquiriendo el liberado poder para
ejercerlo con despiadada violencia y tras bambalinas. Grupos como las mafias
rusas, herencia del fracaso comunista, nomenclaturas y, de forma especial, el
narcotráfico, son ya los propietarios de ese poder en transito. De forma que
pocos imaginan, estos bárbaros han infiltrado las estructuras de la
nación-estado con la precaución para no modificar su apariencia. Con magnitud
similar a la violencia de un estado en guerra, utilizan tácticas aun más
sanguinarias y su incontrolable poder es parte de la debilitación de la
política.
Los micro procesos han reducido la necesidad de tamaño
que tales grupos requerían para ser efectivos en el uso y control de la
violencia. Y a medida que esta revolución tecnológica avanza, la violencia
depredadora será cada vez más organizada y ubicada lejos de controles centrales.
Ahora, los esfuerzos para contener esta plaga, igualmente se deberán desarrollar
en formas que dependan más de la eficiencia que la magnitud del poder y, de
forma especial, con la participación de la sociedad civil.
El surgimiento de esta actividad criminal y renovada
corrupción dentro de la nación-estado, es parte importante de un sub plano en el
transitar del mundo hacia su nuevo horizonte. Estamos atestiguando una siniestra
versión de la vieja película: Invasión of the Body Snatchers y, antes que la
mayoría de naciones colapsen, serán dominadas por estos bárbaros. Pero a
diferencia de la cinta, los vampiros del futuro no serán extraterrestres sino
criminales de todo tipo y filiación ocupando posiciones oficiales, al mismo
tiempo que, en los pasillos de la burocracia, estructuran esquemas fuera del
orden constitucional para ejecutar su toma
total.
El final de toda era usualmente es un período de intensa
corrupción. Mientras las bandas del viejo sistema se desmoronan, el tejido
social se desmorona junto con ellas creando un ambiente en el cual, esos
benditos seres ubicados en las altas esferas, pueden combinar propósitos
públicos con actividades criminales privadas con la representación debida para
crear fusiones diabólicas y continuar succionando la sangre de la
sociedad.
Desgraciadamente la gente no puede depender de los
canales tradicionales de información para entender, claramente y a tiempo, esta
descomposición de la nación-estado ya iniciada. La propaganda similar a la que
distinguió la caída del Imperio Romano, se repite participando en la
descomposición de las grandes entidades políticas. La media tradicional no puede
ser fuente confiable pues pocos informan la verdad. Otros son reliquias que
promueven el conservador pasado. Hay quienes, con gran ceguera provocada por el
anacronismo ideológico, le apuestan al socialismo y a la moribunda
nación-estado. Finalmente, marchan quienes tienen miedo de exhibir lo muy
visible pues ellos ven poco y exponen menos.
En esta nueva economía a medida que las barreras para
trasmitir información se derrumban, emergen infinidad de consecuencias
positivas. Pero esta avalancha ha provocado también una serie de confusiones. La
tecnología moderna liberando información tradicionalmente reprimida, tiende a
revaluar el viejo estilo conservador para reflexionar y emitir juicios de toda
una sociedad.
Las olas de información disponible hoy día, le dan un
nuevo valor a la brevedad. La brevedad nos lleva a la abreviación evitando lo
que no suene familiar. Desafortunadamente esa abreviación proporciona una pobre
fundación par arribar al entendimiento. Los veloces cambios tecnológicos están
devaluando las bases mega políticas de la organización social y económica. Como
consecuencia, emergen silenciosas teorías para barnizar el mundo de antigüedades
como nunca antes. Ello incrementa la importancia e influencia de visiones
generales y disminuye el valor de datos individuales disponibles para todo
mundo.
La creciente trivialización y marginalización de la vida
ha tenido efectos pilótales en el discurso y pensamiento social. Ello ha
provocado el tejido de una sociedad superficial alejada de la lógica y el
sentido común. Es por ello que la era de la información no ha mutado a la era
del entendimiento. El mundo dispone de información como nunca, pero no
encontramos voces morales para avalar el significado de los eventos afirmando su
verdad, o, su engaño.
¿Como arribamos a esta situación? Por una sencilla
razón, en nuestra sociedad el crimen paga. A diferencia de lo que prevaleció en
el mundo occidental durante los últimos dos siglos, los criminales ya no son
considerados tales y rechazados en sociedad, son admirados. Y cuando el crimen
paga, emergen mejores criminales. Pero las sociedades sólidas requieren de
sólidas bases morales. La historia nos demuestra la relación entre moralidad y
prosperidad.
El ultimo párrafo de la magna obra de Adam Smith reza:
“Lo diabólico existe no para crear desesperación, sino acciones. No es solamente
el interés del individuo, sino su deber, el utilizar todos sus esfuerzos para
remover lo diabólico de su ser y del círculo mas grande que pueda edificar. Y
mientras más se de a cumplir con ese deber, podrá orientar su esfuerzo de forma
más sabia; y mientras más éxito logre con sus acciones, más purificará su mente
y de esa forma cumplir con el mandato de su
creador.”
Mientras el “mercado mexicano y latinoamericano”
continúe permitiendo que el crimen pague, seguiremos cayendo en la espiral de
violencia que tanta ansiedad nos causa. Y en palabras de James: “un mundo donde
las montañas se derrumban, no es habitable. Moralidad es hacer más que ser, es
actuar en lugar de predicar. Es darle valor a la justicia, a la verdad y a la
libertad del individuo soberano.”